Comentario: Esther Plaza

NATURENTES: LA ESPIRITUALIDAD DE LA MATERIA
Su pincel espontáneo y sentido, se despliega en lo natural más allá del espacio privado del yo. Estamos ante identidades, sin rostros cotidianos, que recogen luz,
brisa, silencio, oxigeno y un mundo con otras formas de locuacidad.
Son fragmentos instantáneos de jardines envueltos en una experiencia íntima llevada a su penúltimo extremo. Tundras, brotes, colgantes, orillas dulces y saladas,
corrientes, nocturnos, bacteriales, virales, florales, piedras, líquenes, orgánicos, celulares, forman la colección de sus espirituales “jardines”, cargados de elocuencia
y de lirismo. La desenvuelta sensibilidad y la fluidez
de su estilo, recolector de tránsitos naturales, realzan la importancia de esta escenografía vegetal.
Esas imágenes son huellas de un universo que hospeda un pequeño astro, que calienta y nutre la savia de esos entes naturales. Son huellas condensadas y
enriquecidas, que superan la lógica convencional de los valores que existen dentro de lo ínfimo y de lo apartado. Realizándose así, quizás, un encuentro platónico.
Sus ecos cromáticos son un lujo, que nos cuela irremisiblemente en una dimensión alegórica o alusiva, añorante de un tiempo sin tiempo, de un estado de suspensión
natural, de parada pura e irónica. A pleno sol, más allá del descubrimiento de verdes verdades, sus “naturentes” seducen por
su frescura plástica y su generosidad expresiva, guiados por una intención profanativa como contrapunto a los gastadísimos y reiterativos gestos convencionales.
Ese gusto por lo etéreo y lo diminuto, por el anhelo de exponer los códigos secretos de la materia más ínfima y menos reclamada, demuestra su capacidad para hacer
presentes y contemporáneas, en brotes de eternidad, realidades olvidadas de la conciencia cotidiana.
Esther Plaza compone una intima enciclopedia de imágenes no especializadas, en busca de la redención de aquellas formas que se encuentran en la cuneta de la
naturaleza, ignoradas, aunque vivan distraídamente ahí fuera. En suma, un verdadero exorcismo frente a la fatiga de las formas conocidas.
Ángel Pedro Gómez
Madrid, febrero de 2010.
Venir al mundo en esta época, en este hemisferio, en esta familia mía de origen que me dio tanto cariño, siempre me pareció un regalo. No creo tener tiempo en esta
vida de compensar al mundo suficientemente por todo esto, pero quiero dejarle, al menos, un pedazo de arte. Arte, el arte vive de lo no entendido, amplía nuestro
conocimiento sobre la realidad, ya que el lenguaje es limitado. Sólo encuentro que en el arte hay flexibilidad, el arte vive de signos sin identificar. Quiero poner el
acento en  esos pequeños signos sin identificar, estas nimiedades que no merecen nuestra atención. Un jardín es un espacio humanizado, cuidado, ansiado. Pero la
realidad es tan inaprensible que llevo toda mi vida contando imágenes a través de papeles y lienzos.
Esther Plaza